El momento de la Luna Llena, es la cúspide del ciclo lunar, se dice que entonces se abre una ventana espiritual, y se derrama en torrentes un río de luz, amor y poder, cargado con impresiones divinas.
El día de la Luna Llena (considerando 6 horas antes y 6 horas después del momento exacto), es el periodo de tiempo donde se da la oportunidad de contacto con nuestro Angel Solar, con nuestro Maestro, y el día en que pueden imprimirse en nosotros fuentes aún más elevadas. Esto nos dice Torkom Saraydarian en su libro: Sinfonía del Zodiaco que trata de las lunas llenas y su celebración.
El Angel Solar corresponde a la parte nuestra que llamamos "ser de luz", es la parte nuestra que nos lleva de una encarnación a otra, es el "verdadero Yo"... o algo así, la terminología arcana es algo dificil... Según Louise Huber, una de mis maestras, en su magnífico libro: Los signos del zodiaco, reflexiones y meditaciones, dice: cada mes durante la luna llena tiene lugar una transmisión especial de energía... y a través de la meditación podemos conectar en forma directa con esta transmisión energética... la meditación casi siempre producirá una mayor comprensión del signo... Las meditaciones sobre el zodiaco requieren una participación despierta y creativa de la mente que permita poder reaccionar a las energías y visiones recibidas... es recomendable que, al final de la meditación escribamos inmediatamente los pensamientos e ideas que han surgido.
Luna Llena de Piscis
Extraído de Los signos del zodiaco, reflexiones y meditaciones, de Louise Huber.Ejercicio de visualización (Piscis)
Tengo
tiempo, una cantidad infinita de tiempo. Nada me apremia. El tiempo está parado.
Me entrego totalmente a este silencio que me conecta con la eternidad. Con todos
mis sentidos escucho en mi interior y percibo lo que se anuncia y quiere crecer
dentro de mí.
De
repente veo ante mí un sendero largo, estrecho y oscuro. A lo lejos brilla una
luz y reconozco una forma luminosa que me hace señas. Me atrae de forma
magnética. Lo dejo todo y avanzo lentamente por el sendero hacia esa forma. Se
acerca a mí y me llama por mi nombre, lo cual me conmueve. Nos encontramos, nos
miramos a los ojos y se produce un profundo reconocimiento mutuo. Después pone
un brazo sobre mi hombro y dice: “¡Has llegado a la meta, ven, sígueme!”.
Juntos caminamos hacia la gran luz.
Meditamos
sobre el pensamiento semilla:
«Abandono
el hogar del Padre y, al regresar, salvo».
Recomiendo el texto completo que se encuentra en el libro mencionado.
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